31 de agosto de 2012

1º Pequeños Rituales

Hay mañanas que la cama no atrapa, secuestra, y más tras una semana de calor agobiante en las que apenas había podido pegar ojo; pero por fin había dormido ocho horas seguidas y eso ya era un gran logro en ella. Pero cuando aquella mañana toco el despertador, quiso que la tierra se abriera bajo sus pies y lo tragara para seguir durmiendo y disfrutando del limbo de los sueños donde todo era más fácil….

Pero no podía, el deber llamaba; así que a regañadientes tiró a patadas la sabana al suelo, y se levanto de la cama con cara de pocos amigos, con la vana esperanza de que una ducha le devolviera algo de la templanza que el sueño le había quitado. Y bueno, no es que el agua hiciera milagros, pero cuando salió y se miró al espejo fue capaz de reconocer los contornos de su rostro en el reflejo del espejo; así que no se preocupó, "si eres capaz de reconocerte, es que todo está todo bien", — decía su madre, así que continuo adelante y no se paró. Se secó el pelo lo más rápido que pudo, cogió y se vistió con la ropa que como todas las noches, se maquilló, cogió el collar de turquesas que iba con la camiseta roja, la blackberry, busco el whastupp para mandarle un mensaje a Eu: " en 5 nos vemos en la parada de metro", el libro electrónico y lo metió todo a presión en un bolso que más que eso, ya comenzaba a ser un caparazón y por ultimo sacó unos zapatos de tacón del zapatero de la entrada mientras repetía en voz alta:

—Quien inventó los tacones debía de ser evidentemente un hombre.— Dijo en voz alta al aire. Algo, bastante inútil, dado que nadie le podía responder; aun así era como un ritual que cada mañana repetía antes de salir de casa.

Tac,tac, tac. Sus tacones eran lo único que se oían a aquellas horas bajando la escalera, al igual que su perfume a jazmín que tanto le gustaba a su vecina; pero eso pasa cuando siempre has vivido en el mismo lugar y a estas alturas de tu vida no te planteas mudarte. Después la calle, la fresca brisa de la mañana que tanto le gustaba, — aunque le costara un mundo salir de la cama—, caminar hasta la cafetería de la esquina donde tomar su cortadito y su tostada con aceite, mientras hablaba con la dueña, y por fin incorporarse el mundo.

Un bip la paro en la puerta. Era Eu, "llegare tarde, no me esperes, iré en coche, coge el metro y nos vemos en el trabajo". ¿ Como vivíamos antes de la invención de los smartphones?. Se preguntó mientras una media sonrisa se dibujaba en su rostro. Era igual, tampoco tenía demasiado tiempo de pensar en ello, ( más que nada porque si había alguien en este mundo adicto a las nuevas tecnologías era ella), al menos tendría en que entretenerse pensó mientras tocaba una de las esquinas del libro electrónico que le golpearon contra la cadera.



A la llegada a la parada pasó su bono, bajo las escaleras mecánicas y rezó para que no hubiera ninguna manifestación ni ninguna huelga que le impidiera llegar al trabajo a su hora; tal como se estaba poniendo el país, lo último que necesitaba en ese momento es pasar a engrosar las listas del paro.

Y por suerte los dioses parecían estar de su parte aquella mañana;… bueno más o menos.

Cuando llegó a su estación de destino, como todas las mañanas todo el mundo salió el tropel, yo me dejé llevar como todas las mañanas entre la marea de gente, entre ese mar de rostros anónimos en el que yo era una más; otro pequeño ritual en el que me gustaba sumergirme, pero aquella mañana un tacón se me quedó atascado en las escaleras automáticas y al llegar a la planta superior caí como una boba sobre el duro hormigón y sobre mí una persona que hizo que de pronto todo fundiera a negro y perdí la consciencia por primera vez en no sé yo el tiempo.

Minutos más tarde abrí los ojos. Al principio no fui capaz de ver muy claro, simplemente formas borrosas y gente desdibujada, pero segundos más tarde las cosas comenzaron a volver a su sitio y el mundo tomo su lugar. El rojo es rojo, el azul era azul, y me encontré en el suelo con un taquillero del metro mirándome con cara de preocupación y un hombre que….. era el ….. más guapo que había visto en mi vida: Alto, de grandes ojos azules y brillante sonrisa blanca, parecía sacado de un cuento de hadas. Por suerte el se hizo cargo de todo, me ayudo a levantarme, saco mi zapato de las escaleras y coja me ayudo a salir de la parada:

—No sé como pedirte disculpas, en serio, se me cae la cara de vergüenza.

—En serio, no tienes por qué disculparte, eso le puede pasar a cualquiera. Lo que me parece, es que estos zapatos, no llegan muy lejos.—dijo haciendo referencia a mis maltrechos tacones.

—Si, la verdad es que no, no creo que llegue muy lejos.

—¿Te propongo una cosa?

—¿El que?.

—Comprarte unos nuevos e invitarte a almorzar.

Me quede mirándolo intrigada. La verdad es que en muy pocas ocasiones se me presentaba una oportunidad como esa. Mi vida se comprendía de pequeños rituales que yo me limitaba a seguir con la paciencia del monje resignado a una vida que no era la suya; pero ahora la vida me plantaba ante mi un caramelito. La posibilidad de hacer pellas y marcharme toda la mañana con ese desconocido que me había rescatado en el metro, o la de ser la buena nena que todo el mundo sabía que era, e ir a trabajar, como siempre había hecho.

La pregunta del millón de dólares sería ¿Cuál escogería en esa ocasión?.

Texto: Lesan Mora 2012
Foto: Mercedes Mayol

4 comentarios:

  1. Sin duda debería escoger el almuerzo.
    Las buenas nenas se aburren mucho.

    Saludos.

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    1. jajajajaj Si como decía la inconmensurable marlene dietrich las nenas buenas van al cielo pero las malas a todas partes.
      saludos

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  2. Que lujo, volver a retomar a Lesan... después de tantos años... y ver que mantienes esa frescura pero con una técnica y ritmo más renovado y perfeccionado. Mucho talento en este beso al viento!

    Un abrazo enorme

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